Ice cream Museum NYC

Ice Cream Museum in New York

Ice Cream Museum in New York

There are special places in New York, those places that are original, that are not a “normal” place, that seek to surprise local New Yorkers and tourists who visit this great city that never rests.

In New York there is a three-story museum, which seeks to offer “multi-sensory experiences” with ice cream as protagonists and thirteen multi-sensory installations are the official numbers that make up this peculiar place in New York, the dream of Willy Wonka’s factory, which has similar offices in Austin (Texas), Singapore (Dempsey) and, soon, will have it in Chicago.

In this place you can dive into a pool full of colored beads, enter a subway car illuminated with bubblegum pink neon lights, launch yourself down a slide almost three stories high, walk among colorful hanging bananas and eat ice cream in almost each of the places is what the Museum of Ice Cream offers, it is an unmissable attraction in New York City, designed entirely as a tour to do with Instagram, in tune with what the new generations demand.
The founder of the ice cream museum is Maryellis Bunn, who once confessed that her real competitors are not so much the other museums, but rather Netflix and entertainment platforms. It is true that it is not a museum, nor an ice cream parlor or a store, but its elusive concept has a specific aesthetic and aims, above all, to live an experience. So much so that Bunn found a word to define it, which combines in English “experience” and “museum” is the result of “experium”.
There are people of all ages and origins in the long queue that can be seen on Broadway street, in the great area of ​​Soho, to enter one of the most curious proposals as far as museums are concerned: although more than a museum it is a “celebration”, affirm the organizers to the visitors who, when consulted, confess to come from Switzerland, Germany, Argentina, Israel and different points of the United States.
Some indications that are made beforehand while they receive the public on the ground floor, where the different shades of roses dazzle the eye (the walls, the shelves where the merchandising is displayed, stockings with ice cream drawings, stuffed unicorns, puzzles, cartridge cases, all in pink, the tour lasts about 45 minutes and you always have to walk forward and you can never go back.Once inside, of the museum, a welcome to the dream house of digital natives is made.Every step inside this great and labyrinthine museum is worthy of a photo or selfie for the networks.
Each person who arrives at the museum will be able to create their own ice cream name, write it on a pink piece of paper and paste it on their chest: there, the different museum guides will help them go through this place that is a labyrinth, and itinerary that begins with a Kind of like a vintage bar, where they distribute ice creams, and then, an exceptional dessert banquet, although -in this last case- just for the photo, everything is a prop.
You also have to climb stairs, go down slides, go from one side to the other, close curtains and go through completely mirrored rooms to make the tour of this atypical ice cream museum, which includes, for example, a space exactly the same as a subway car, with its seats, handrails and windows, where neon lighting generates an unexpected atmosphere.
One of the strong points of the museum is that kind of corridor with colored arches that represent the rainbow in chromatic order, this is a nod to LGBT pride, another place is a kind of amusement park with hammocks, slides, there is also a game to put the balls in the hoop, and finally, the swimming pool, immense, including the diving boards that are for decoration, which instead of water are full of a kind of colored sausages, like sparkles, but made of plastic, like if they were immense decorations of a cake. You have to take off your shoes and once inside, continue with the ritual of photos for social networks.
In this place you will try ice cream tastes that you probably did not know such as peanut butter with salty pretzels covered with chocolate; mango with a hint of chili pepper and raspberry; and curls of dark chocolate with vanilla mixed with caramel ribbons and chocolate-covered cone pieces are some of the new flavors proposed by the museum.
The museum is located in New York City, the address is 558 Broadway, New York, NY, 10012 and it is open Wednesday through Monday from 9:30 a.m. to 10 p.m. General admission costs $39, and children under 2 years of age are free.

Photo Source: https://www.museumoficecream.com/book-new-york-city

Museo del helado en Nueva York

Existen lugares especiales en Nueva York, esos sitios que son originales, que no son un lugar “normal”, que buscan sorprender a los neoyorkinos locales y a los turistas que visitan esta gran ciudad que no descansa nunca.
En Nueva York hay un museo de tres pisos, que busca ofrecer “experiencias multisensoriales” que tuvieran a los helados como protagonistas y trece instalaciones multisensoriales son los números oficiales que conforman este peculiar lugar en Nueva York, el sueño de la fábrica de Willy Wonka, que posee sedes similares en Austin (Texas), Singapore (Dempsey) y, pronto, la tendrá en Chicago.

En este lugar podes sumergirte en una pileta llena de granas de colores, entrar a un vagón de subte iluminado con luces de neón rosas chicle, lanzarte por un tobogán de casi tres pisos de altura, caminar entre bananas colgantes de colores y comer helado en casi cada uno de los lugares es lo que ofrece el Museo del Helado, es una imperdible atracción de la ciudad de Nueva York, pensada en su totalidad como un recorrido para hacer con Instagram, a tono con lo que demandan las nuevas generaciones.
La fundadora del museo del helado es Maryellis Bunn, que confesó alguna vez que sus verdaderos competidores no son tanto los otros museos, sino más bien Netflix y las plataformas de entretenimiento. Es verdad que no es un museo, ni una heladería o una tienda pero su concepto esquivo posee una estética concreta y apunta, por sobre todo, a vivir una experiencia. Tal es así que Bunn encontró una palabra para definirlo, que combina en inglés “experience” y “museum” es el resultado de “experium”.
Hay personas de todas las edades y procedencias en la extensa fila que se percibe sobre la calle Broadway, en la gran zona del Soho, para entrar a una de las más curiosas propuestas en lo que a museos se refiere: aunque más que un museo es una “celebración”, afirman los organizadores a los visitantes que, al ser consultados, confiesan proceder de Suiza, Alemania, Argentina, Israel y distintos puntos de Estados Unidos.
Algunas indicaciones que se realizan previas mientras reciben al público en la planta baja, donde las distintas tonalidades de rosas encandilan la mirada (las paredes, los estantes donde se exhibe el merchandising, medias con dibujitos de helados, unicornios de peluche, puzzles, cartucheras, todo en color rosa, el recorrido dura unos 45 minutos y siempre hay que caminar hacia adelante y nunca se puede retroceder. Una vez dentro, del museo, se hace una bienvenida a la casa de ensueño de los nativos digitales. Cada paso dentro de este gran y laberinto museo es digno de una foto o selfie para las redes.
Cada persona que llega al museo podrá crear su propio nombre de helado, escribirlo sobre un papel de color rosa y pegarlo en el pecho: allí, los diferentes guías del museo ayudarán a atravesar este lugar que es un laberinto, e itinerario que comienza con una suerte de barra de un bar vintage, donde reparten helados, y luego, un excepcional banquete de postres, aunque -en este último caso- sólo para la foto, todo es de utilería.
También hay que subir escaleras, bajar toboganes, ir para un lado y para el otro, correr cortinas y atravesar salas completamente espejadas para realizar el recorrido por este atípico museo del helado, que incluye por ejemplo un espacio exactamente igual a un vagón de subterráneo, con sus asientos, pasamanos y ventanillas, donde la iluminación neón genera un inesperado clima.
Uno de los puntos fuertes del museo es esa suerte de pasillo con arcos de colores que representan al arco iris en orden cromático, esto es un guiño al orgullo LGBT, otro lugar es una suerte de parque de diversiones con hamacas, toboganes, también hay un juego para embocar las pelotas en el aro, y finalmente, la piscina de natación, inmensa, incluidos los trampolines que son de adorno, que en vez de agua están repletas de una especie de salchichas de colores, tipo chispitas, pero de plástico, como si fueran inmensos decorados de una torta. Hay que quitarse los zapatos y una vez dentro, continuar con el ritual de las fotos para las redes sociales.
En este lugar vas a probar gustos de helados que seguramente no conocías como manteca de maní con pretzels salados cubiertos con chocolate; mango con un toque de chili picante y frambuesa; y rulos de chocolate negro con vainilla mezclados con cintas de caramelo y pedacitos de conos cubiertos con chocolate son algunos de los nuevos sabores que propone el museo.
El museo se encuentra en la Ciudad de Nueva York, la dirección es 558 Broadway, Nueva York, NY, 10012 y abre de miércoles a lunes de 9.30 a 22. La entrada general cuesta 39 dólares, y los menores de 2 años no pagan.

Fuente de la foto: https://www.museumoficecream.com/book-new-york-city

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